Cuyamel-Omoa: el Sitio Ramsar que se esta llevando el mar en Honduras

“Lo que el mar le está haciendo al sitio Ramsar Cuyamel-Omoa en Honduras muestra lo que el cambio climático podría hacerle, en algún momento, a la costa y a las economías de los poblados costeros del país”

El sitio Ramsar Cuyamel-Omoa se encuentra en la región del Caribe norte de Honduras, en el Departamento de Cortes, Municipio de Omoa, conocido localmente como Valle de Cuyamel y Sierra de Omoa. Fue designado como sitio Ramsar en febrero de 2013 por la Convención de Ramsar, cubriendo un área de 30,029 hectáreas que se dividen en 8,145 Hectáreas de área marina y 21,884 hectáreas de área terrestre (1).

La importancia de este sitio Ramsar se sustenta en que su sistema de humedales se basa en su función como hábitat de especies amenazadas como el manatí antillano (Trichechus manatus), el ave jabirú (Jabiru mycteria), el pez guaso (Epinephelus itajara), el cocodrilo (Crocodylus acutus) y las especies de tortugas marinas Dermochelys coriacea y Eretmochelys imbricate. Este Sitio Ramsar también es vital para las especies acuáticas, especialmente durante sus primeras etapas de vida, ya que contribuyen a las pesquerías del Sistema Arrecifal Mesoamericano que son la base de la economía local. Además, este sistema de humedales mantiene poblaciones de aves acuáticas residentes y migratorias. El humedal entre otros servicios ecosistémicos contribuye a proveer de alimento a las comunidades, regular el flujo de agua, prevenir la intrusión de agua salada y contaminación de acuíferos para las comunidades costeras, protección contra eventos naturales, entre otros. Entre los efectos adversos principales a los que se enfrenta este Sitio están la expansión de la ganadería y el cultivo de palma africana (1).

IMPACTOS DEL CALENTAMIENTO GLOBAL

El aumento del nivel del mar constituye uno de los indicadores más importantes del cambio climático, porque incorpora la variación de diferentes componentes del sistema climático. Sus impactos físicos son más fáciles de ver y medir que otros impactos del cambio en el clima sobre otros sistemas naturales como los bosques. A lo largo de las costas centroamericanas, en las dos últimas décadas, el Mar Caribe ha mostrado tendencias de expansión térmica (2)- o sea el incremento en el volumen del agua marina a medida que aumenta su temperatura- lo que ha resultado en afectaciones sobre las costas y de manera muy evidente en el Sitio Ramsar Cuyamel-Omoa.

El aumento del nivel del mar está vinculado a tres factores principales (3):

Expansión térmica: Gran parte del calor en la atmósfera es absorbida por los océanos, los cuales se expanden de acuerdo con las leyes básicas de la física. A mayor calentamiento mayor expansión.

El deshielo de los glaciares y de los casquetes polares:  los glaciares y los casquetes polares se derriten naturalmente en verano. Pero en invierno, las precipitaciones en forma de nieve compensan las pérdidas. Sin embargo, las altas temperaturas que están siendo provocadas por el calentamiento global provoca que cada verano se derrita más hielo y a la vez disminuya la aparición de la nieve, se retrasen lo veranos y se adelanten las primaveras. Ese desequilibrio provoca que el nivel del mar se eleve al llegar esa agua al océano.

Pérdida de hielo en Groenlandia y en la Antártida Occidental: Al igual que con los glaciares y con los casquetes de hielo, el aumento del calor está provocando que las enormes placas de hielo que recubren Groenlandia y la Antártida se derritan a un ritmo acelerado aportando agua a los Océanos como se describió anteriormente.

No obstante, visto desde la tierra, la “expansión térmica” es uno de los contribuyentes más importantes de la subida del nivel del mar el cual actualmente muestra un acumulado de 103 (± 0.4) mm (4) lo que significa un incremento de +3.54 mm (± 0.4) mm/yr al año (5) a nivel global. Este proceso de ascenso puede incrementar varios impactos físicos en las costas, entre ellos:

  • La trasgresión o retroceso de la línea de ribera (erosión de playas y retroceso de acantilados);
  • La ampliación o migración tierra adentro de los terrenos sujetos a inundación mareal, o marismas, con posibilidad de provocar salinización de humedales costeros y acuíferos y de perder hábitats costeros, como playas de anidación de tortugas marinas, por ejemplo;
  • Ampliación de los efectos de las marejadas ciclónicas

Las inundaciones causadas por tales procesos pueden ser temporales o permanentes, lo que depende de la combinación del ascenso del nivel del mar con otros factores como las mareas meteorológicas y astronómicas y los cambios en el oleaje, conduciendo a que las costas sean particularmente vulnerables a dicho proceso porque la mayoría de la actividad económica, la infraestructura y los servicios están localizados en la costa o muy cerca de ella, y las economías locales están concentradas en pocos sectores, como el turismo y la pesca (6).

¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN CUYAMEL?

En análisis de las tendencias de aumento del nivel medio del mar a partir de mareógrafos, se observó un cambio en la tendencia lineal evaluada para el intervalo 1948-1968 en Puerto Cortés, Honduras, reflejando un aumento de 9.23 ± 1.05 mm/ año. mientras que para el período 1992- 2012 utilizando datos provenientes de satélites altimétricos, los valores de aumento del nivel en Puerto Cortés muestran una tendencia de aumento de ~1.76 mm/año (7).

El cambio en el nivel medio del mar frente a la costa del sitio Ramsar paso de 0.0337 m/año en noviembre de 1992 a 0.0893 m/año en enero del 2019 (Figura 1) (8) lo que evidencia que las costas del sitio Ramsar se encuentran sufriendo transformaciones producto del proceso de la expansión térmica del mar y deshielo de los casquetes polares, entre otras, producidas por el calentamiento global del planeta (9).

En la zona del sitio Ramsar se ven efectos de erosión costera y salinización de tierras y humedales que podrían tener diversas causas que van desde la geodinámica local provocada por el movimiento de placas, la migración de la desembocadura del río Motagua, el probable aumento de los vientos, la construcción de infraestructura cerca de la costa y el aumento del nivel del mar como se muestra en la figura siguiente.

Figura 1. Anomalía de nivel de mar frente a las costas del Sitio Ramsar Cuyamel-Omoa en el período 1992-2019

EL FUTURO

Temperatura ambiental

Los escenarios de cambio climático para la microcuenca del río Cuyamel presente en el Sitio Ramsar Cuyamel-Omoa muestran aumentos de temperatura media anual al año 2030 con un rango de variación de 0,98 C a 1,27 C dependiendo del escenario, mientras que la temperatura mínima presenta un rango de variación de 0.91 a 1.16 C y la temperatura máxima presenta variaciones en el orden de 1.03 C a 1.13 C. Para el año 2050 la variación de la temperatura media estaría en un rango del 1.18 C a 2.12 C, la temperatura mínima mostraría valores entre 1.10 C y 2.00 C y la temperatura máxima de 1.25 C a 2.24 C dependiendo del escenario (10).

Precipitación

Los escenarios de cambio climático para la microcuenca del río Cuyamel presente en el sitio muestran variaciones de la precipitación al año 2030 con un rango de variación de -0.7% de disminución a 2.4% de aumento dependiendo del escenario, y una variación de disminución de -3.0% a un aumento de 2.1% dependiendo del escenario al año 2050 sobre una línea base de precipitación de 2175 mm anuales (10).

En síntesis, los resultados de las simulaciones muestran cambios que varían de acuerdo con el escenario donde hay aumentos y disminuciones, con pequeñas reducciones bajo los escenarios más pesimistas (RCP 6.0 y RCP 8.5) tanto para el año 2030 como para el 2050 (10).

En materia de estrés hídrico en 2030 el mismo podría alcanzar una reducción del 10% y en 2040 del orden del 10 a 20% de agua disponible para los usuarios condicionando cada vez más una competencia entre los usuarios del agua (11).

Nivel del mar

El nivel global del mar ha estado aumentando durante décadas en respuesta a un clima más cálido, y múltiples líneas de evidencia indican que el aumento se está acelerando (12).

La tendencia del aumento del nivel del mar en la costa del Sitio Ramsar Cuyamel-Omoa para el año 2030 tienen una variación de aumento de 0.20 a 0.21 metros, de 0.29 a 0.32 metros en 2040 y de 0.30 a 0.44 metros en 2050 dependiendo del escenario (Figura 2).

Figura 2. Escenarios de aumento del nivel del mar en la costa caribe de Honduras para el período 2020 a 2100 relativas al período 1995-2014 según escenarios de cambio climático del sexto informe de cambio climático del IPCC

Nota: Sobre la base de aumento del nivel del mar de Puerto Cortés

En síntesis, el sitio Ramsar en el futuro cercano presentara mayor intrusión salina, un clima más cálido y una reducción en la disponibilidad de agua dulce que llega al humedal sumado a las presiones antropogénicas lo que conllevara a una transformación del ecosistema como lo conocemos hoy.

LA RESPUESTA

Algunas opciones iniciales de adaptación podrían estar dirigidas a:

  • Enpoderamiento climático de las comunidades con el objetivo de que esten debidamente informados sobre los riesgos y se unan a participar en acciones de adaptación al cambio climático
  • Desarrollar un sistema de vigilancia y alerta temprana ante eventos extremos (por ej. ciclones tropicales, oleaje, vientos locales) producto de la variabilidad climática donde no solo se incluya el Sitio Ramsar sino también las comunidades vecinas,
  • Implementar un esquema de comunicación e información para el manejo de riesgos y la atención de contingencias resultantes de eventos meteorológicos extremos,
  • Identificar zonas críticas y vulnerables para el visitante y los pobladores, bajo eventos extremos y establecer regulaciones para su uso
  • Desarrollar un sistema de monitoreo de los perfiles de playa y dinámica de la playa para modelar los impactos futuros de aumento en nivel del mar y marejada
  • Promover la erradicación de residencias humanas permanentes cercanas a la costa
Río Cuyamel

Referencias

-(1) Ramsar (2022). Sistema de Humedales Cuyamel-Omoa. Servicio de Información sobre Sitios Ramsar. Sitio web: https://rsis.ramsar.org/es/ris/2133?language=es

-(2) BIOMARCC-USAID 2013. Vulnerabilidad y escenarios bioclimáticos de los sistemas marino-costeros a nivel del caribe centroamericano. San José, Costa Rica.

-(3) National Geographic. (2010). El aumento del nivel del mar. https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/el-aumento-del-nivel-del-mar

-(4) NASA. (2022). Global Climate Change, Vital Signs of the Planet; Sea Level. 3 diciembre 2022, de NASA’s Jet Propulsion Laboratory Sitio web: http://climate.nasa.gov/vital-signs/sea-level/

-(5) AVISO+. (2022). Satellite Altimetry Data. CNES. Sitio web: https://www.aviso.altimetry.fr/en/data/products/ocean-indicators-products/mean-sea-level.html

-(6) Andrade, J. M. (1996). Análisis de la vulnerabilidad de la zona costera ante el ascenso del nivel del mar por un cambio climático global. Costa del Pacífico de Costa Rica. Informe final. Proyecto Centroamericano sobre Cambio Climático-Comité Regional de Recursos Hidráulicos;

-(7) Ballestero, D. y Salazar, P. (2012). Variabilidad y Cambio del Nivel del Mar en Costa Rica. Informe Técnico preparado por el Laboratorio de Oceanografía y Manejo Costero de la Universidad Nacional. Costa Rica:

-(8) NASA Sea Level (1 diciembre 2022). Descarga de datos https://coast.noaa.gov/

-(9) IPCC, 2021: Summary for Policymakers. In: Climate Change 2021: The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change [Masson-Delmotte, V., P. Zhai, A. Pirani, S.L. Connors, C. Péan, S. Berger, N. Caud, Y. Chen, L. Goldfarb, M.I. Gomis, M. Huang, K. Leitzell, E. Lonnoy, J.B.R. Matthews, T.K. Maycock, T. Waterfield, O. Yelekçi, R. Yu, and B. Zhou (eds.)]. Cambridge University Press, Cambridge, United Kingdom and New York, NY, USA, pp. 3−32, doi:10.1017/9781009157896.001.

-(10) Navarro-Racines, C., Monserrate, F., Llanos-Herrera, L, Obando, D. Córdoba, J. (2018). Desarrollo de los Escenarios Climáticos de Honduras y Módulo Académico de Capacitación. Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT); Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); Dirección Nacional de Cambio Climático de MiAmbiente.

-(11) Hofste, R., S. Kuzma, S. Walker, E.H. Sutanudjaja, et. al. 2019. “Aqueduct 3.0: Updated Decision- Relevant Global Water Risk Indicators.” Technical Note. Washington, DC: World Resources Institute. Available online at: https://www.wri.org/publication/aqueduct-30.

-(12) IPCC 6th Assessment Report Sea Level Projections (12 noviembre 2021). Descarga de datos https://sealevel.nasa.gov/

Una ciudad verde requiere reglas de arborización y espacios verdes

“Este artículo es una publicación original realizada en el Blog Infraestructura Verde del Suplemento Ojo al Clima del Semanario Universidad, del 12 de agosto del 2021

Es innegable que los bosques urbanos son cruciales para dar respuesta a los desafíos esenciales actuales como el calentamiento global, el cambio climático, la degradación del ambiente y la pandemia COVID-19. Lo anterior ha provocado que en los últimos años se esté adquiriendo mayor conciencia de la importancia de los árboles urbanos en el bienestar de los habitantes de la ciudad y, por otra parte, la pandemia ha provocado un despertar sobre la importancia de los espacios verdes. De hecho, numerosos estudios en todo el mundo han demostrado el aumento del uso de la naturaleza urbana durante la pandemia.

Pero, la meta de arborizar la ciudad debe pasar por directrices claras y específicas, más si consideramos que en nuestro medio se busca no solo obtener beneficios directos como el enfriamiento de la ciudad sino contar con una mayor biodiversidad urbana, por lo que se hace necesario establecer algunas reglas básicas para desarrollar un programa forestal urbano exitoso, considerando que cada ciudad es diferente, lo que hace que sea difícil establecer objetivos transferibles entre ellas a través de varios contextos y configuraciones.

La regla de biodiversidad urbana 10-20-30

Los esfuerzos que se hacen en el país conllevan a preguntarse si la arborización, que actualmente se lleva a cabo, contribuye efectivamente a aumentar la biodiversidad de la ciudad o solo estamos llenando la ciudad de árboles sin consideraciones de tipo estructural, de composición y riqueza de especies.

Desde hace varias décadas, el ecólogo forestal urbano Frank Santamour propuso la regla 10-20-30 para garantizar la diversidad de especies en el bosque urbano. La norma establece que ninguna especie arbórea debe componer más del 10% del bosque urbano de un municipio, ningún género debe tener una cuota superior al 20%, y ninguna familia debe componer más del 30% del bosque urbano. Aunque esta regla ha sido debatida a lo largo de los años, se ha hecho ampliamente conocida y adoptada, lo que muy probablemente ha tenido un efecto positivo en la estructura y diversidad de los bosques urbanos. Una regla importante de valorar en las ciudades de un país tan diverso en términos de biodiversidad como el nuestro.

La regla anterior está enfocada en lograr la promoción y el mantenimiento de una biodiversidad arbórea razonable, sin embargo, probablemente debido a que su formulación ocurrió en la década de los 90, no tenía un enfoque que considerara los bienes y servicios proporcionados por la arborización urbana, pero que sí ha contribuido a mantener en contexto la biodiversidad en la ciudad. Actualmente se nos han añadido otras urgencias en los ámbitos de cambios en el clima y la salud pública por lo que han surgido nuevas propuestas de reglas que conduzcan a garantizar que los residentes de las ciudades tengan acceso a los árboles, espacios verdes y beneficios que estos proporcionan en el bienestar humano.

Tomando en consideración lo anterior, recientemente en un artículo publicado en Biophilic Cities Journal ,el ecólogo forestal urbano Cedes Konijnendijken propone la incorporación en las ciudades de una regla complementaria a la de Santamour: la 3-30-300; basándose en numerosas investigaciones relacionadas con los vínculos entre los bosques urbanos y la salud, el bienestar, el cambio climático y el trabajo de organizaciones mundiales influyentes como la Organización Mundial de la Salud.

Sus principales argumentos parten de lograr una meta de llevar los árboles y la naturaleza hasta los barrios de las personas, las calles y las puertas de sus residencias para capitalizar sus muchos beneficios. Es claro considerar que, por el estado de desarrollo de las ciudades, esto no se logre distribuir uniformemente, más si consideramos que las poblaciones más marginadas de la ciudad generalmente son las menos favorecidas de presencia de árboles y espacios verdes, pero que lo que debemos hacer es buscar las oportunidades para mejorar y aumentar esos espacios necesarios donde sea posible.

Además, debemos tomar en cuenta que promover grandes espacios verdes en la ciudad a través de parques como La Sabana, el Parque del Este o el Parque de la Paz son solo segmentos de lo que debemos hacer porque realmente lo que debemos buscar es integrar la infraestructura verde en todos los rincones donde vivimos, trabajamos y nos recreamos para que la naturaleza este a la vista y de fácil acceso de todos sus habitantes.

La regla de los espacios verdes 3-30-300

  • 3 árboles por cada hogar

El primer elemento de la regla es que cada ciudadano debe ser capaz de ver al menos tres árboles (de un tamaño decente) desde su casa.

La pandemia, a través del teletrabajo, nos ha atado a nuestros hogares o barrios de manera directa, dando aún mayor importancia a los árboles cercanos y a otros espacios verdes como jardines y vegetación a lo largo de las calles. Ver el verde desde nuestras ventanas nos ayuda a mantenernos en contacto con la naturaleza y sus ritmos. Proporciona descansos importantes de nuestro trabajo y puede inspirarnos y hacernos más creativos.

A ello debemos de sumarle el hecho de que probablemente el teletrabajo, en alguna medida, continuará siendo parte de nuestra vida laboral. En este apartado debemos preguntarnos cuántos árboles quisiéramos ver desde nuestras casa o apartamentos para solicitarle al municipio una política de arborización congruente con nuestras necesidades.

  • 30% de cubierta de dosel de árboles en cada barrio

Konijnendijken menciona que cada vez más estudios recientes han demostrado una asociación entre el dosel del bosque urbano y el enfriamiento de la ciudad (algo que también hemos demostrado en estudios en Costa Rica), mejores microclimas, salud mental y física y posiblemente también la reducción de la contaminación del aire y el ruido.

En Australia es donde se ha demostrado científicamente que el 30% es un umbral importante, un porcentaje de cobertura de dosel mínimum que asegura que los residentes se beneficien en términos de su salud y bienestar, lo que promueve una mejora en la salud social al sacar a la gente de sus casas a pasar más tiempo libre e interactuando con sus vecinos debido al clima agradable que provoca la sombra de los árboles en las calles y espacios verdes. Este porcentaje tendrá que acomodarse a la situación actual de las ciudades, pero se vuelve muy importante su consideración en los nuevos desarrollos o en aquellos lugares donde predomina el clima seco.

  • A 300 metros del parque o espacio verde más cercano

¿Qué tan cercano debe estar un espacio verde de mi residencia? Konijnendijken propone una distancia de 300 metros basado en resultados de investigaciones. Además, menciona -por ejemplo- que la Oficina Regional Europea de la Organización Mundial de la Salud recomienda que sea una distancia máxima de 500 metros hasta el espacio verde más cercano o que esté de 5 a 10 minutos de caminata segura.

La otra exigencia es que estos espacios verdes sean de alta calidad, un problema fundamental al menos en Costa Rica en estos momentos y abriendo la mente a que estos no necesariamente tienen que ser parques como los conocemos sino pueden ser también corredores para bicicletas o senderos para caminar que atraviesen o circunden la ciudad.

Idealmente, los espacios verdes públicos deben ser, según el autor de la regla, de 1 hectárea de tamaño, algo probablemente difícil de alcanzar en el estado actual de las ciudades, pero señala que entonces un tamaño decente debería ser de al menos 0,5 hectáreas. Aquí no debemos detenernos bajo el argumento de que ya no hay espacios en la ciudad para hacer esto, porque si somos capaces de eliminar escuelas o expropiar parte de barrios para construir una vía de circunvalación para la movilidad de automóviles deberíamos ser capaces de expropiar para crear nuevos espacios verdes en la ciudad.

Implementación de las reglas en ciudades de Costa Rica

Los valores presentados en los párrafos anteriores están basados en investigaciones realizadas en diversas partes del mundo, probablemente tengamos que discutir los valores para las ciudades de Costa Rica, por lo que deberíamos de promover la investigación en esta línea, ya que es claro que tener reglas de este tipo para las ciudades del país permitirá la evaluación comparativa ( a nivel nacional e internacional) así como el fácil seguimiento sobre el progreso de la conversión o creación de ciudades verdes, lo que ayudará a mejorar y expandir el bosque urbano y, con eso, promover la salud, el bienestar, la gestión del riesgo y la resiliencia ante el cambio climático.

Finalmente, no podemos hablar de ciudades verdes si la arborización de estas o la creación de otros espacios verdes no estén basados en reglas provenientes de la ciencia de la ecología urbana. Sembrar un árbol en la ciudad es un acto heroico y muy loable, pero debemos garantizar que, en el futuro, en sus etapas de madurez, estará contribuyendo con el mantenimiento de la biodiversidad de la ciudad y con la resiliencia de la ciudad y los cambios en el clima.

Motivos para conservar la biodiversidad urbana

“Este artículo es una publicación original realizada en el Blog Infraestructura Verde del Suplemento Ojo al Clima del Semanario Universidad, del 2 de diciembre del 2020”

El crecimiento de las ciudades y la expansión de la urbanización inherente plantean una serie de desafíos para quienes pretenden conservar la biodiversidad urbana, básicamente porque para alcanzar metas de conservación se debe lidiar con varios problemas logísticos.

En primer lugar, las zonas urbanas tienen limitaciones de espacio disponible. El precio de la tierra varía dependiendo de su ubicación, que en muchos casos las hace  muy costosas; hay muchos propietarios con múltiples intereses diferentes; algunos de los cuales contradicen una o más de las motivaciones para la conservación de la biodiversidad urbana.

En segundo lugar, el medio ambiente urbano difiere de las zonas silvestres en sus procesos ecológicos y en los desafíos que la flora y fauna enfrentan en los procesos de sobrevivencia y reproducción. Por ejemplo la contaminación acústica y lumínica pueden causar que la fauna cambie sus patrones de actividad, los contaminantes urbanos pueden causan estrés fisiológico y la pérdida de los depredadores superiores puede causar un desbalance en la poblaciones que se pueden convertir luego en plagas en la ciudad.

En tercer lugar, las zonas urbanas no pueden dar cabida a todos los instrumentos de gestión y prácticas utilizados en entornos rurales tradicionales. Esto último lo debemos tener claro para lo cual se deben crear nuevos instrumentos y prácticas que consideren la realidad de la vida urbana y la interacción con la biodiversidad.

Tomando el contexto anterior, conservar la biodiversidad urbana demanda la toma de medidas estudiadas y cuidadosas. Lo primero que debemos hacer es demostrar porque la biodiversidad urbana debe ser conservada, cuáles son sus funciones para el bienestar de los habitantes de la ciudad y cuales especies pueden contribuir a las funciones del ecosistema urbano y a la satisfacción de los habitantes.

Teniendo en mente  los desafíos descritos, consideramos siete motivaciones para la conservación de la biodiversidad urbana:

1. Conservación de una biodiversidad reducida y única.

La mayoría de la población costarricense habita principalmente en una franja altitudinal con buenas condiciones climáticas, al menos hasta ahora, para la agricultura y el asentamiento humano. Esta franja altitudinal resguarda lo que se ha conocido como el Bosque Húmedo Premontano (BHP), el cual -después del bosque tropical seco- es el tipo de bosque más alterado y reducido en Costa Rica. Hace 24 años se reportaba que este tipo de bosque estaba representado por tan solo el 1,75% (9.000 ha) de su cobertura original y con alta tendencia hacia su fragmentación.

Esta destrucción casi total del bosque original pone de relevancia lo reducido y único que puede estar la biodiversidad y plantea la necesidad de tratar de regenerar al menos alguna parte de la misma para recuperar su aporte a los beneficios ambientales que podría ofrecer.

2. Construir redes para la vinculación natural.

El ecosistema urbano se caracteriza porque no contiene bloques de hábitat lo suficientemente grandes para sostener poblaciones viables de la mayoría de fauna y flora, lo que obliga a diseñar estrategias de conservación no tradicionales.

En este sentido es difícil hablar en las ciudades de corredores biológicos porque son difíciles de encajar en las limitaciones del paisaje urbano, lo que sugiere que los diseños deben estar centrados en redes de conectividad basados en la diversidad de parches que aún se mantienen donde los grandes parques urbanos y los reductos de parches grandes ofrecen una clave como nodos y para ello las aves son grandes indicadores de esa conectividad a través de su movimiento en la matriz urbana.

Este desafío de regenerar la biodiversidad en las ciudades puede dar muchas lecciones para la conservación de la biodiversidad hacia el futuro en diversos ambientes dominados por la especie humana.

3. Resiliencia en la ciudad.

La permanencia de espacios verdes en la ciudad contribuye con los procesos naturales del ciclo del agua evitando inundaciones no deseadas y sobre todo produciendo efectos de enfriamiento de la ciudad causados por el exceso de infraestructura gris y asfalto, convirtiéndose así en una de las medidas más económicas y con mayor cantidad de co-beneficios en un mundo cada vez más cálido.

Además, las poblaciones naturales tendrán que adaptarse a la futura urbanización. La protección de las áreas naturales dentro de la matriz urbana puede ayudar a suavizar esta transición y proporcionar una oportunidad para saber más sobre las respuestas desconocidas de la biodiversidad a una serie de regímenes de gestión.

En un sentido más amplio, los ecosistemas urbanos pueden servir como modelos para comprender y mitigar los efectos del inminente cambio ambiental en zonas no urbanas, así el estudio del ecosistema urbano puede ayudar a los conservacionistas a anticipar y mitigar los efectos del cambio climático. Además, la conservación de las zonas urbanas en la actualidad puede proporcionar un refugio para especies o genotipos únicos que se adapten mejor al estado futuro de los entornos no urbanos actuales.

4. Conectar a la gente con la naturaleza.

El futuro de la conservación de la biodiversidad se decide en las ciudades, donde se concentran los poderes políticos y económicos que no están regularmente expuestos a los ecosistemas naturales. Además, las zonas urbanas ofrecen una oportunidad para sensibilizar y educar a grandes cantidades de personas, incluyendo aquellas que carecen de los medios o la motivación para  viajar a zonas no urbanas, donde la exposición basada en la educación sobre conservación de la biodiversidad se ha ubicado tradicionalmente.

Más allá de estas cuestiones de educación ambiental básica, las zonas urbanas también pueden ofrecer oportunidades para una participación más activa en la regeneración ecológica y la vigilancia del deterioro ambiental. Aparte de esta necesidad de educación, las experiencias personales darán forma a los valores, y los valores darán forma a las decisiones políticas. Por lo tanto, los responsables de las políticas deben tener una visión positiva directa a partir de sus experiencias con la biodiversidad de la ciudad, lo que puede llevar a una retroalimentación positiva basada en la experiencia y practicada en la política.

5. Servicios ecosistémicos.

Los residentes urbanos obtienen muchos beneficios de los ecosistemas tanto naturales como los gestionados dentro de los límites urbanos. Los servicios de los ecosistemas son de varios tipos: uno de ellos es conocido como servicios de provisión, en los cuales se incluye los alimentos, el agua y materias primas. Aunque la mayoría de los alimentos que se consumen en la ciudad son importados, algunos son producidos en tierras agrícolas dentro de la ciudad o, por ejemplo, el agua que es consumida en la ciudad y que proviene en muchos casos de cuencas locales.

Un segundo tipo son los servicios de regulación, que son muy importantes para mantener la vida y mantener un ambiente equilibrado. La vegetación ayuda a hacerle  frente al calentamiento urbano y al riesgo de inundación. Además, sirve como barrera para controlar la dispersión de la contaminación y el ruido producido por el intenso tráfico. Otro ejemplo surge con los pequeños humedales que pueden mejorar la hidrología urbana absorbiendo los contaminantes o amortiguando las inundaciones.

Un tercer tipo de servicios del ecosistema apoya el funcionamiento de la polinización y el reciclaje de nutrientes en el ecosistema. Algunos insectos y aves de la ciudad pueden ser claves como polinizadores, dado el creciente interés en la promoción de la agricultura urbana a pequeña escala.

Por último están los servicios culturales, que comprenden una combinación de beneficios incluyendo el bienestar mental y físico, la educación y el patrimonio cultural. Así, por ejemplo, los parques públicos son un espacio importante para la recreación y relajación, proporcionando oportunidades para numerosas actividades recreativas. Diversos estudios han demostrado que el uso de los espacios verdes en la ciudad trae consigo importantes beneficios para la salud. 

6. Espacios verdes para los habitantes.

Cada vez hay más evidencia científica de que los espacios verdes urbanos son importantes para el bienestar físico y mental de las personas. En parte por esta razón, las autoridades municipales deberían hacer grandes inversiones en el mantenimiento de estos espacios y en su mejoramiento, a la vez que se deberían proponer y construir más en la ciudad.

La gente usa los espacios verdes de la ciudad para una amplia variedad de actividades, incluyendo la relajación, las excursiones familiares, el arte, la fotografía y el ejercicio físico. Esto significa que las preferencias por determinados tipos de espacios verdes están fuertemente influenciadas por los intereses y necesidades individuales, esto conlleva a que su mejoramiento o diseño debe contar con la participación de los usuarios.

El uso recreativo de los espacios verdes es una consideración importante al planificar los espacios verdes en la ciudad, pero también deben considerarse otros tipos de valor y uso. Entre ellos figuran el valor para la conservación (por ejemplo, la biodiversidad, el patrimonio cultural), la conectividad de la red (por ejemplo, para el transporte, la ecología, la hidrología, el turismo) y la calidad estética.

A menudo hay que hacer concesiones entre estos diversos usos, por lo que el diseño y establecimientos de estos deben considerar estudios técnicos que ayuden a los planificadores y diseñadores a tomar mejores decisiones.

7. Cumplir con las responsabilidades éticas.

Tenemos una obligación ética de convivencia con todos los seres vivos que comparten este planeta con nosotros, por lo que debe ser una razón directa la conservación de la biodiversidad. En muchas tradiciones filosóficas, religiosas y seculares, hay una responsabilidad de ser buenos administradores del planeta. La conservación de la biodiversidad en las zonas urbanas podría facilitar el cumplimiento de estas obligaciones morales porque las oportunidades de conservación están localizadas cerca de nuestros barrios y viviendas.

Esta proximidad geográfica nos permite experimentar más fácilmente nuestros mandatos éticos o religiosos. Para los habitantes que aún no tienen conciencia de esta responsabilidad ambiental, la exposición a la biodiversidad urbana (en particular a través de programas educativos) puede ayudar a inculcar una conservación ética.

Finalmente, los problemas de la conservación de la biodiversidad urbana no son insuperables, pero el éxito requiere de una planificación cuidadosa y basada en ciencia. Debemos partir de la pregunta del por qué la biodiversidad urbana debe ser conservada y qué especies o funciones del ecosistema son los que deseamos mantener y qué podemos lograr de nuestro entorno urbano.

Sin una meta de partida, la implantación de las acciones no serán efectivas y los limitados recursos destinados para la conservación de la biodiversidad urbana pueden ser desperdiciados.

Foro: Cómo gestionar el riesgo sistémico contra huracanes y pandemias

Los huracanes Eta e Iota y la covid-19 ponen en la palestra la adaptación y la reducción del peligro de desastre

“Este artículo es una publicación original realizada en la sección de Opinión del Periódico La Nación de Costa Rica, del 29 de noviembre  del 2020. Acceso al artículo original Aqui

Por: Andrea Vincent, Allan Lavell, Ana María Durán, Alice Brenes Maykall, Lenin Corrales, Pascal Girot y Omar Lizano miembros del Consejo Científico de Cambio Climático de Costa Rica (4C).

Los huracanes Eta e Iota golpearon a una Centroamérica que afrontaba la pandemia de covid-19, acarreando altos costos económicos y sociales especialmente para quienes viven en condiciones de vulnerabilidad y pobreza.

El impacto indirecto de huracanes en Costa Rica es común; no obstante, Otto, en noviembre del 2016, reveló la posibilidad de afectaciones directas en forma de tormentas tropicales de menor intensidad en múltiples ocasiones.

Los escenarios futuros sugieren un aumento en la frecuencia e intensidad de los huracanes e incertidumbre en cuanto a sus nuevas trayectorias.

Las pérdidas económicas asociadas a eventos extremos (fenómenos atmosféricos, sísmicos y volcánicos), sin contar los costos asociados a otros más recurrentes y de menor escala, se calculan en $2.210 millones entre el 2005 y el 2017 en infraestructura, servicios y producción.

Las pérdidas debidas a la influencia indirecta de Eta ascienden a $14,5 millones en daños en infraestructura y 325.000 afectados, lo cual agrava la crisis económica y fiscal preexistente y la vulnerabilidad de la población más pobre.

Incremento de la frecuencia. Lejos de ser una situación anómala esta combinación de amenazas probablemente marque un hecho cada vez más frecuente.

Los acuerdos internacionales sobre riesgo de desastres de Hyogo (2005) y de Sendái (2015) reconocen que en una sociedad cada vez más densamente poblada, globalizada e interconectada, el riesgo es sistémico y transciende las barreras de lo económico, social y ambiental.

Por ejemplo, el riesgo de enfermedades zoonóticas como la covid-19 aumenta con factores que incrementan la probabilidad de transmisión entre animales silvestres y humanos (p. ej. crecimiento poblacional, deforestación).

La pandemia no solo resulta de la transmisibilidad del virus, sino también de la interconectividad de un mundo globalizado.

Esta situación sistémica resalta pautas que no deben ser ignoradas en materia de gestión de riesgo. El huracán Eta trae a colación la adaptación y la reducción del peligro de desastre.

La respuesta nacional a Eta se caracterizó por medidas de gestión reactivas y de emergencia de gran costo, seguidas por medidas de recuperación, reconstrucción y compensación a un costo aún mayor.

Los acuerdos de Hyogo y Sendái insisten en la adopción de una gestión integral del riesgo que busque reducir ex ante e impedir la construcción de riesgo en el futuro. Se trata de invertir en la sostenibilidad y seguridad de los medios de vida y de la infraestructura, no solamente de la acción puntual pre y posimpacto.

El país no está preparado. En nuestra «estrategia país» se hace hincapié en estos elementos, pero falta lograr muchos mayores niveles de ejecución.

Esto implica la toma de decisión con base en evidencia científica y mejorías radicales en el uso de los recursos, ya que si a duras penas se atienden las amenazas climáticas actuales, ¿cómo vamos a enfrentar los impactos del cambio climático?

Costa Rica promueve la mitigación del cambio climático y la carbono neutralidad. Sin embargo, en un país cuyas emisiones globales de gases de efecto de invernadero alcanzan el 0,04 %, es preocupante que no haya una inversión similar para adaptación y reducción de la amenaza de desastre.

La prevención y el control de la creación de nuevo riesgo deben volverse parámetros medulares para el desarrollo de nuestro país. Las instituciones y organizaciones públicas y privadas que promueven y efectivizan el crecimiento económico y el desarrollo deben obligatoriamente incorporar mecanismos de análisis y evaluación de riesgo, y tomar las medidas necesarias para mantenerlo en niveles socialmente aceptables.

Costa Rica tiene múltiples precedentes en la gestión correctiva y prospectiva del riesgo, como la prohibición del uso de adobe después del terremoto de Cartago (1910), la reforestación de las pendientes del volcán Irazú tras la erupción (1963) y el exitoso reasentamiento de Chinchona (2009).

Esto nos demuestra que sí es posible dar ese salto. En Centroamérica, Eta e Iota, Otto (2016), Nate (2017), Mitch (1998) y Joan (1988) nos enseñaron que los desastres y el riesgo que los antecede no son naturales, sino socialmente construidos. El costo de no actuar acorde con estas lecciones será muy caro.

El espacio verde urbano es aún más importante en una pandemia

“Este artículo es una publicación original realizada en el Blog Infraestructura Verde del Suplemento Ojo al Clima del Semanario Universidad, del 8 julio  del 2020”

Foto2

Siete de cada diez costarricenses ya vivimos en zonas urbanas por lo que cada vez más habitantes del país pierden vínculos estrechos con la naturaleza, pero la naturaleza sigue conformando la sociedad, la economía y la identidad de Costa Rica.

A medida que la pandemia de COVID-19 ha ido limitando nuestra posibilidad de movernos por la necesidad de estar confinados, ya sea por causas obligatorias o simplemente porque sentimos temor al contagio, y con ello a limitar nuestra interacción con el aire libre, la necesidad de conectarnos con la naturaleza se ha hecho cada vez más evidente, lo que demuestra el papel fundamental que podría desempeñar un parque en la ciudad.

La medida ha sido cerrarlos, probablemente porque en los centros urbanos estos son demasiado pequeños para limitar o evitar el contagio y porque los tres parques más grandes que tiene la Gran Área Metropolitana (GAM) me imagino se verían abarrotados de ciudadanos deseosos de cambiar su estado de confinamiento al menos por unas pocas horas.

Los parques son esenciales para aumentar el hábitat natural en las ciudades, proporcionando espacio para la recreación y conexión social, y mejorar nuestro bienestar mental y físico, ya que  le dan a la gente el espacio para respirar, moverse, relajarse y conectarse con la naturaleza y con los demás.

Nunca antes ha sido tan clara la interconexión entre las cuestiones sanitarias, sociales, económicas y ambientales mostradas por el desarrollo de esta pandemia de COVID-19. Por esta razón, debemos abordar la pandemia de una manera holística donde podamos equilibrar la gestión comunitaria urgente inmediata, como la atención de la salud y la seguridad alimentaria, con una visión de largo plazo y considerar el papel de los espacios verdes en la resiliencia de las ciudades.

En una visión más compleja, que se añade a la situación del daño causado por la pandemia, está el tema de las situaciones de hacinamiento comunitario y el de la desigualdad verde en las ciudades, porque no en todos los barrios existen espacios verdes de calidad y de un tamaño adecuado que pudieran ayudar a la relajación y llevar con mayor aceptación el confinamiento como mínimo de barrio.

Foto1

Los parques históricamente han servido para aquellos ciudadanos de ingresos bajos que no necesariamente tienen los recursos para escapar a la naturaleza fuera de la ciudades, es por ello que, para hacer frente a esta desigualdad entre los habitantes de la ciudad, debemos ponerle atención y revitalizar los parques en todos los barrios y porque no plantearse la necesidad de que la GAM cuente con grandes parques urbanos.

Los beneficios de los parques urbanos van más allá de la recreación, ya que ayudan a gestionar el riesgo de inundaciones, secuestran el carbono de la atmósfera, reducen la contaminación del aire y ayudan a mitigar una de las amenazas en mayor crecimiento dentro de las ciudades, su calentamiento. Pero además, pueden ser importantes revitalizadores del sector cultural y de innovación para atender necesidades sociales, económicas y de salud que surgirán o quedarán como facturas de esta crisis pandémica.

No debemos olvidar nuestro problema a más largo plazo como sociedad: el cambio climático. Los parques y los espacios abiertos son elementos vitales para mejorar el entorno urbano y mitigar el cambio climático.

A medida que las temperaturas aumentan en las ciudades, la selección adecuada del material vegetal se vuelve vital, ya que la vegetación es importante para regular la temperatura del aire. El efecto de isla de calor urbano, el fenómeno de temperaturas más altas en las zonas urbanas debido a la absorción de la radiación solar por los edificios y las superficies pavimentadas, se acentúa al dedicarse más área a las superficies pavimentadas que a las zonas con vegetación y a las masas de agua y es aquí nuevamente donde los espacios verdes juegan también rol de resiliencia de las ciudades.

Estamos frente a una oportunidad en la cual las ciudades deben adoptar un enfoque de planificación más ecológica, el cual incorpore un diseño basado en la naturaleza para hacer las urbes más habitables y resistentes. También significa gestionar las ciudades como ecosistemas y comenzar hacer ajustes graduales y emprender revisiones radicales para mejorar sus espacios verdes. Esto implica que cuando nos referimos a la restauración de ecosistemas, hablamos del tamaño, la calidad de los parches, los corredores y las matrices de espacios verdes con capacidad de sustentar la biodiversidad. Sumado a ello esto podría generar administración comunitaria y empleos  a través de una propuesta de reactivación económica basada en el mejoramiento y aumento de los espacios verdes de la ciudad.

Cuando pasemos esta dura experiencia, deberíamos cambiar nuestra forma de pensar sobre los parques de la ciudad y verlos como infraestructura esencial que garantiza la protección y la inversión para acomodar mejor a nuestras crecientes poblaciones urbanas y reflexionar cuanto nos hubiera servido tener grandes parques urbanos para hacer más llevadero el confinamiento porque la mayoría de ciudadanos urbanos no tienen posibilidades económicas para visitar un parque nacional.

La función de la conectividad y la infraestructura verde urbana en la adaptación al cambio climático

Este artículo es una publicación original realizada en la Revista Ambientico: ISSN 1409-214X. Octubre – Diciembre 2019. Ambientico 272. Artículo 1 |Pp. 74-82|

Curri1El crecimiento de la población y los modelos económicos prevalecientes sirven como mecanismos de empuje de la migración rural a los centros urbanos, generando presiones ambientales, sociales y ecológicas que representan no solo una gran amenaza para la biodiversidad, sino para el bienestar de los habitantes de una ciudad. Este proceso de urbanización presente en la mayor parte de los países del mundo también está presente en Costa Rica donde la expansión de los núcleos urbanos se está convirtiendo en el hábitat humano predominante ya que la población urbana pasó de representar un 59.0 % en el año 2000, a un 72.8 % en el 20111. En otras palabras, actualmente residen en zonas urbanas 7 de cada 10 habitantes del país. Si a esto le añadimos que, en promedio, la temperatura en la ciudad de San José se ha incrementado en 1.60 °C desde 1960 estamos frente a núcleos urbanos que vienen sufriendo un calentamiento2.

A lo anterior debemos agregarle las advertencias del Quinto Informe de Evaluación sobre Cambio Climático sobre una base de confianza alta, de que en la región centroamericana el fenómeno Niño-Oscilación del Sur (ENOS) seguirá siendo el modo dominante de la variabilidad climática natural en el siglo XXI y que es probable que aparezcan episodios de ondas de calor sin antecedentes históricos hasta ahora en la región, además de una señal con alta certidumbre en reducción fuerte en la disponibilidad de agua, frecuencia de sequías y episodios de precipitaciones extremas, lo que comprometería más el bienestar humano en espacios urbanos (IPCC, 2013). Las ciudades también son espacios en donde los riesgos asociados con el calentamiento de 1.5 °C, como el estrés por calor, las inundaciones terrestres y costeras, los nuevos vectores de enfermedades, la contaminación del aire y la escasez de agua, se unirán (Satterthwaite y Bartlett, 2017), lo que sugiere que los esfuerzos de adaptación y mitigación no solo se deben diseñar en torno a la necesidad de descarbonizar sino también se debe prestar atención a la equidad social (incluida la equidad de género), la ecología urbana (Brown y McGranahan, 2016; Wachsmuth et al., 2016; Ziervogel et al., 2016a) y la participación en grupos organizados para la acción climática (Cole, 2015; Jordan et al., 2015).

Curri

Una de las formas más económicas de combatir el calentamiento de la ciudad es mantener abundante vegetación ya que en zonas urbanas tiene múltiples funciones, pero el papel principal es ayudar a mantener la calidad del ambiente urbano, ya que contribuye a ajustar las condiciones micro climáticas, limpiar contaminantes del aire, reducir el polvo, amortiguar el ruido, mantener el equilibrio ecológico y reducir la escorrentía de aguas pluviales y proteger contra la erosión, además, de la estética de la ciudad y los fines educativos (Gaoming, 2012). La preocupación por cambiar la visión clásica de la naturaleza urbana donde la biodiversidad y las áreas verdes se ven como componentes ornamentales o accesorios en las ciudades data de propuestas del Siglo XIX donde se proponía crear redes interconectadas de parques urbanos y periurbanos, que más tarde en la década de 1990 ante la expansión urbana en los Estados Unidos, se sugiere elevar a un concepto de infraestructura verde buscando elevar el concepto al mismo nivel del de infraestructura gris; así, actualmente se toma el concepto de ecosistema urbano como infraestructura, convirtiéndolo en una poderosa metáfora para integrarlos a las diferentes agendas políticas (por ejemplo, mitigación y adaptación al clima, conservación de la biodiversidad, planificación urbana, producción y consumo sostenible) en todas las escalas espaciales y de gobierno e integrar la conservación de la naturaleza en los esfuerzos de desarrollo humano (Da Silva y Wheeler, 2017). Lo que hoy se conoce como infraestructura verde es, en sí misma, una forma de apoyar los entornos urbanos a adaptarse a los cambios del clima y que como medida de adaptación tiene dos áreas clave de beneficio en particular. En primer lugar, contribuye a aumentar la resiliencia de habitantes urbanos protegiéndoles de aumentos de la temperatura exacerbada por la infraestructura gris, los vientos más fuertes, los cambios en los patrones de precipitación y el aumento de las inundaciones; de esta manera se puede considerar que la infraestructura verde ofrece servicios directos a corto y largo plazo. En segundo lugar, juega un papel predominante en la conservación de la biodiversidad urbana ya que crea hábitats para las plantas y animales (Pitman, 2015).

La adaptación al cambio climático se ha venido convirtiendo en un elemento central de la política y la investigación sobre el clima y ahora en el presente con un llamado a la adaptación basada en ecosistemas o a la búsqueda de soluciones basadas en la naturaleza para enfrentar los cambios en el clima; sin embargo, la infraestructura verde no ha sido ampliamente reconocida como una medida de adaptación, ya que existen pocos ejemplos de su efectividad a través de métricas (Knight et al., 2010). Esto está por cambiar, ya que a través de algunos ejemplos basados en la literatura científica se está demostrando que en un núcleo urbano con mayor presencia de infraestructura verde es posible ver diferencias significativas en el clima y en el bienestar de las comunidades urbanas (Natural England, 2013). La presencia o escases de vegetación en una ciudad es un factor esencial en su calefacción, mostrando diferencias en la temperatura entre sitios sin o poco arbolados y los vecindarios ricos en cobertura arbórea (Bounoua et al., 2015). En Reino Unido, por ejemplo, mientras la temperatura superficial máxima de los bosques urbanos fue de 18.4 °C, los centros urbanos con la menor cobertura arbórea llegaron a reportar temperaturas superficiales máximas de 31.2 °C (Pramova et al., 2012); En New Jersey, Estados Unidos, se mostró reducción de temperatura en rangos de 3 °C a 7 °C con relación a las que no tienen árboles (Solecki, 2005), mientras que en la ciudad de Tokio se ha registrado diferenciales de hasta 12 °C (Wickham , 2013). En Latinoamérica, en la ciudad de Sao Paulo, la diferencia de las temperaturas ambientales en la ciudad puede variar hasta en 10 °C, en la ciudad de Caracas se han documentado anomalías de temperatura ambiental también en el rango de los 10 °C (Córdova., 2011) y en Mexicali, México la diferencia máxima entre la ciudad y sus alrededores ocurre en invierno con un valor de 5.7 °C (Villanueva et al., 2013).

En Costa Rica en el año 2018, la Municipalidad de Curridabat inició con el apoyo del Laboratorio de Modelado Ecosistémico de la Unidad de Acción Climática del CATIE una serie de valoraciones relacionadas con la distribución de la temperatura superficial del cantón, analizando las temperaturas superficiales máximas con tecnología geoespacial en un periodo comprendido entre el 1 de enero de 2016 y el 31 de octubre de 2018 (34 meses) obteniendo como resultado una capa con el promedio de las temperaturas superficiales máximas. La estadística descriptiva de los datos muestra que la temperatura máxima superficial promedio es de 41.0 °C, con una mínima de 31.9 °C y una máxima de 49.2 °C lo que da una diferencia de temperatura máxima en el cantón de 8.2 °C (Ver Figura 1). Espacialmente, se observa un gradiente de temperatura que corre de norte a sur, en donde las temperaturas más bajas se presentan hacia el centro-norte del cantón (distrito Curridabat) y la extremas hacia el sur (distrito Tirrases y parte sur del distrito Sánchez). Esta distribución está altamente correlacionada con la densidad de construcción (zonas más calientes) y temperaturas más bajas en los sectores del cantón con menor densidad de urbanización (distrito Granadilla y Norte de distrito Sánchez), presencia de arbolados, zonas verdes, cafetales y franjas de vegetación ribereña (Municipalidad de Curridabat, 2019).

Figura1

Figura 1. Distribución de la temperatura superficial máxima en el Cantón de Curridabat. Fuente: Municipalidad de Curridabat (2019)

Posteriormente, en seguimiento al estudio de la relación entre la infraestructura verde y la temperatura superficial, la Municipalidad de Curridabat, igualmente en asocio con el CATIE, generó un mapa de cobertura de vegetación empleando imágenes de satélite del sensor World View 3 a una escala de resolución de 31 cm. Los resultados del análisis muestran que el cantón de Curridabat conserva aún un 47.3 % de vegetación distribuido entre remanentes de bosque, arbolados, parques municipales, cafetales arbolados, patios y jardines y otras áreas verdes (Ver Figura 2). El distrito con la mayor cobertura de vegetación del cantón es Sánchez con un 37.3 %, seguido de Curridabat y Granadilla con valores de 25.5 % y 25.2 % respectivamente, mientras que el distrito de Tirrases es el que presenta menor proporción de vegetación con 12.1 % en relación a la extensión de total de vegetación en el cantón (Municipalidad de Curridabat, 2019b).

Figura2

Figura 2. Infraestructura verde del cantón de Curridabat (2019).

Fuente: Municipalidad de Curridabat (2019).

En la Figura 3 observamos que las áreas de infraestructura gris muestran los valores más altos de temperatura superficial, mientras que las zonas con menor temperatura superficial están asociadas con aquellas localidades donde permanece algún tipo de infraestructura verde. Estos resultados sugieren que el mantenimiento de la infraestructura urbana constituye una medida de adaptación basada en soluciones naturales tal y como lo proponen algunos gobiernos y organizaciones alrededor del mundo. No obstante, surgen algunas preocupaciones adicionales ya que en el futuro con menos disponibilidad de agua, en tiempos de sequía como lo prevén los escenarios de cambio climático, su mantenimiento podría entrar en competencia con otros usos del agua, sumado a otras preocupaciones importantes que están relacionados con los costos  de oportunidad de la expansión urbana y al hecho de que muchos de los espacios que se deberían conservar están en propiedades privadas, lo que va a demandar la toma de decisiones para lograr un balance entre el interés individual y el interés colectivo ante la amenaza del cambio climático.

Si se empieza a demostrar la estrecha relación que existe entre la temperatura superficial y la vegetación en la ciudad, pero a la vez que estamos frente a una demanda cada vez mayor de las tierras para el desarrollo urbano, lo que debemos buscar es un balance, que en primera instancia permita que la ciudad se enfrié y que los nuevos desarrollos no provoquen un mayor calentamiento más allá de lo normal, y en segunda instancia, lograr el mantenimiento de la funcionalidad de las redes ecológicas que persisten en la ciudad a través de una mayor conectividad. Para atender este tema, la Municipalidad de Curridabat ha promovido la realización de un análisis de conectividad que les permita obtener información para lograr una mejor planificación del espacio urbano. Para lograr el objetivo se realizó un análisis de conectividad funcional a partir de la construcción de un  mapa de hábitat ecológico de la ciudad derivado del mapa de infraestructura verde (Figura 2).

Como grupo de especies objetivo, se utiliza un inventario de aves del cantón de 179 especies y 4643 registros, siguiendo las recomendaciones de Blair (1996), el cual establece que en estudios de conectividad en ciudades nos debemos centrar en las aves silvestres ya que son un taxón altamente móvil capaz de penetrar toda la matriz urbana. Cada especie de ave es caracterizada según su estado de conservación (Lista roja de la UICN, 2019; Lista de especies amenazadas de SINAC, 2017), su distribución, tipo de migración que realiza, tipo de hábitat preferencial, dieta y peso, datos que son utilizados para calcular la capacidad de dispersión media (Municipalidad de Curridabat, 2019b).

Figura3

Figura 3. Temperatura y vegetación en el cantón de Curridabat (El mapa de la izquierda muestra las áreas más cálidas de color marrón y café y las de menor temperatura de color blanco y rosado. Se observa que las áreas con más vegetación en el mapa de la derecha corresponden a las áreas más frías del mapa de la izquierda). Fuente: Municipalidad de Curridabat (2019).

La Figura 4 muestra el resultado del análisis a través de un mapa que refleja de la probabilidad de conectividad global del cantón donde se muestra que los valores más altos de conectividad se observan hacia el este del cantón principalmente en los distritos de Sánchez y Granadilla, disminuyendo hacia el sur donde se encuentra el distrito de Tirrases. En la parte oeste del cantón, principalmente lo cubierto por el distrito de Curridabat, presenta los valores más bajos de probabilidad de conectividad. Es importante notar que a pesar de que al sur del cantón se encuentra un importante remanente de bosque en el cerro La Colina, la conectividad en relación con el resto del cantón presenta valores más bajos. Esos resultados comparados con la Figura 2 muestran nuevamente la estrecha relación de que si utilizamos la vegetación urbana para enfrentar efectos del cambio climático, podemos a la vez favorecer la permanencia de la biodiversidad urbana y también mantener su conectividad y el bienestar de los habitantes a través de los servicios ecosistémicos que provee.

Figura4

Figura 4. Probabilidad de conectividad total en el cantón de Curridabat. Fuente: Municipalidad de Curridabat (2019). Fuente: Municipalidad de Curridabat (2019).

 Referencias

Blair, R. (1996). Land use and Avian Species diversity along an urban gradient. Ecological Applications, 6(2), 506-519. Disponible en https://www.jstor. org/stable/2269387

Bounoua, L. et al. (2015). Impact of urbanization on US surface climate. Environmental Research Letters, 10 (8), 084010. http://www.doi. org/10.1088/1748-9326/10/8/084010

Brown, D., y McGranahan, G. (2016). The urban informal economy, local inclusion and achieving a global Green transformation. Habitat International, 53, 97-105.

Cole, D. (2015b). Advantages of a polycentric approach to climate change policy. Nature Climate Change 5, 114–118

Córdova, K. (2011). Impacto de las islas térmicas o islas de calor urbano, en el ambiente y la salud humana. Análisis estacional comparativo: Caracas, octubre-2009, marzo-2010. Terra. Nueva Etapa. 27(42).

Da Silva J., Wheeler E. (2017). Ecosystems as infrastructure. Perspectives in Ecology and Conservation, 15, 32–35 http://dx.doi.org/10.1016/j. pecon.2016.11.005

Gaoming, J. y Wenjing, B. (2012). Urban Vegetation. En Berkshire Encyclopedia of Sustainability: Ecosystem Management and Sustainability (Vol.5). Berkshire Publishing Group

IPCC (2013). Climate Change. The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Fifth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change [Stocker, T.F., D. Qin, G.-K. Plattner, M. Tignor, S.K. Allen, J. Boschung, A. Nauels, Y. Xia, V. Bex and P.M. Midgley (eds.)]. Cambridge University Press, Cambridge, United Kingdom and New York, NY, USA. http://

http://www.doi.org/10.1017/CBO9781107415324

IUCN. (2019). The IUCN Red List of Threatened Species.Version (2019-2). Recuperado de http://www.iucnredlist.org

Jordan, A. J., Huitema, D., Hildén, M., van Asselt, H., Rayner, T. J., Schoenefeld, J. J., et al. (2015). Emergence of polycentric climate governance and its future prospects. Nature Climate Change 5, 977–982. http://www.doi.org/10.1038/nclimate2725

Knight, T., Bowler, D., Buyung-Ali, Pullin, A. (2010). Urban greening to cool towns and cities: a systematic review of the empirical evidence. Landscape and Urban Planning, 97(3), 147-155.

Municipalidad de Curridabat. (2019). Islas de calor, impactos y respuestas: El caso del cantón de Curridabat. Curridabat, Costa Rica.

Municipalidad de Curridabat. (2019b). Evaluación de la infraestructura verde y conectividad ecológica en el cantón de Curridabat. Curridabat, Costa Rica.

Natural England. (2013). Green infrastructure: Valuation tools assessment. Natural England Commissioned Report NECR126. Recuperado de http://publications.naturalengland.org.uk/ publication/6264318517575680

Pitman S. D., Christopher B. D. & Martin E. E. (2015). Green infrastructure as life support: urban nature and climate change. Transactions of the Royal Society of South Australia, 139:1, 97-112.

Pramova E., Locatelli B., Djoudi H., Somorin O. (2012). Forests and trees for social adaptation to climate variability and change. WIREs Clim Change2012, 3:581–596. http://www.doi.org/10.1002/wcc.195

SINAC. (2017). Listado de especies de fauna silvestre en peligro de extinción. R-SINAC-CONAC-092-2017.

Solecki W., Rosenzweig C., Parshall C., Pope G., Clark M., Cox J., Wiencke M. (2005). Mitigation of the heat island effect in urban New Jersey. Global Environmental Change Part B: Environmental Hazards, 6(1), 39-49.

Satterthwaite D., & Bartlett S. (2017). The full spectrum of risk in urban centres: Changing perceptions, changing priorities. Environment and Urbanization, 29(1), 3-14.

Villanueva J., Ranfla A., Quintanilla A. (2013). Isla de Calor Urbana: Modelación Dinámica y Evaluación de medidas de Mitigación en Ciudades de Clima árido Extremo. Información Tecnológica, 24(1), 15-24.

Wachsmuth D., Aldana D., & Angelo H. (2016). Expand frontiers of urban sustainability. Nature. 536 (7617), 391-393.

Wickham, C., Rohde, R., Muller, R.A., Wurtele, J., Curry, J., et al. (2013). Influence of Urban Heating on the Global Temperature Land Average using Rural Sites Identified from MODIS Classifications. Geoinfor Geostat: An Overview 1:2. http://www. doi.org/10.4172/2327-4581.1000104

Ziervogel, G., Cowen, A., and Ziniades, J. (2016). Moving from Adaptive to Transformative Capacity: Building Foundations for Inclusive, Thriving, and Regenerative Urban Settlements. Sustainability 8, 955

Los datos dibujan una emergencia en la biodiversidad tica

“Este es un artículo de opinión publicado originalmente en el Suplemento Ojo al Clima del Semanario Universidad, del 17 mayo del 2019

LF37H-HammerheadFin1

El reciente informe de la Plataforma de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Ipbes) menciona y advierte sobre la pérdida de biodiversidad y la velocidad con que está sucediendo a nivel global. Costa Rica parece no escapar a los datos revelados por el informe si revisamos algunos datos históricos recientes que advierten sobre la pérdida de biodiversidad en todos los tipos de ecosistemas que se presentan en el país. Los datos son alarmantes a nivel marino, en los bosques, entre aves y en especies terrestres.

En el contexto marino se conoce que el recurso de sardina ha mostrado una disminución progresiva desde 1975 a la actualidad y que, a partir del año 2007, los niveles de captura de camarón en la flota semi-industrial han tenido una fuerte caída, con tasas de decrecimiento anual de 15,4%. Así, la caída acumulada en el periodo 2007-2013 fue de un 45%. También se reporta que dos especies de tiburón, el martillo (Sphyrna lewini) y el sedoso (Carcharhinus Falciformis), han experimentado una reducción de ~ 90% y 80%, respectivamente en sus poblaciones. Estos datos evidencian que el país ha venido paulatinamente perdiendo biodiversidad y que al menos en este caso obedece a sobreexplotación pesquera.

En el ámbito forestal el informe sobre el Estado de los Recursos Genéticos Forestales en Costa Rica publicado en 2012 señaló que el 87% de las 688 especies forestales evaluadas  tenían algún grado de amenaza, de las cuales el 29% se encontraban en estado crítico, 14% amenazado, y 43% vulnerables.

En 2015 el Inventario Nacional Forestal publicó que en Costa Rica existen aproximadamente 2.078 especies arbóreas, lo que correspondería a un 20% del total de la flora arbórea mundial. Se documentaron en varios estratos, incluyendo 98 especies en el bosque de palmas, 893 en el bosque maduro, 904 en el bosque secundario, 166 en los pastos con árboles y 17 especies en manglares.

El inventario encontró 11 de las 18 especies de árboles catalogadas como en peligro de extinción. Entre las halladas, 7 están consideradas en el decreto ejecutivo 25700 como especies en veda. Estas especies fueron detectadas principalmente en el estrato Bosque Secundario, con un 59% del total de la frecuencia. Las especies en peligro de extinción se distribuyen principalmente en la región Pacífico Norte y Valle, seguido por la región Pacífico Central y Pacífico Sur, mientras que en la región Caribe Central y Caribe Sur prácticamente no se encontraron especies en esta categoría.

De las 18 especies consideradas en peligro de extinción y vedadas, incluidas en el decreto mencionado anteriormente, siete no fueron encontradas en el inventario lo que en alguna medida advierte el crítico estado de ellas, pudiendo pensarse incluso en que algunas de estas podrían estar ya casi extintas en Costa Rica. Las especies en esta condición son: Caryodaphnopsis burgeri, Cedrela fissilis, Copaifera camibar, Cordia gerascanthus, Couratari scottmorii, Guaiacum sanctum, Myroxylon balsamum, Paramachaerium gruberi, Parkia pendula, Podocarpus guatemalensis y Sclerolobium costarricense.

En relación a los humedales, el último inventario nacional reveló que solamente un 58% de la extensión de los humedales del país se encuentran en buen estado de conservación, considerándose que  el restante 42% se presentan como humedales alterados, debido a que se encuentran bajo la influencia de algún proceso antrópico que perjudica su condición natural.

Un estudio de largo plazo donde se mide la abundancia y diversidad de poblaciones de aves en la zona sur publicado en 2019 señala que un 60,5% de las poblaciones están declinando. En general, la proporción de especies en declive en áreas de bosque fue de 1,7 para residentes y de 1,2 para las poblaciones de migrantes de larga distancia. Sesenta y dos por ciento de disminución fueron principalmente insectívoros, 25% frugívoros, 12% granívoros y 1% nectarívoros. A nivel de plantaciones de café la disminución fue de 1,8 para residentes y de 0,75 para especies migratorias. 49% de las especies presentan valores decrecientes en insectívoros, 18% frugívoros, 17% nectarívoros, 13% granívoros y 3% piscívoros.

En 2017 el Sistema Nacional de Áreas de Conservación actualizó el listado de las especies catalogadas como en peligro de extinción y con poblaciones reducidas y amenazadas (R-SINAC-CONAC-092-2017) y  estableció que 108 especies de fauna y 40 especies de flora están en peligro de extinción y 152 especies de fauna tienen poblaciones reducidas y amenazadas, a las cuales se les agregan  corales y 7 familias completas de flora.

El país sigue sin tener resultados de los sistemas de monitoreo de la biodiversidad a nivel nacional que ha diseñado, lo que dificulta conocer con certeza cuál es el estado de las poblaciones silvestres, ya que seguimos anclados en una visión de país verde si saber que pasa realmente con la biodiversidad. El país necesita mejorar la capacidad de conservación basada en datos científicos para aumentar las posibilidades de supervivencia para miles de especies en declive.

Manglaresmuertos

El Cambio Climático como política de salud pública

«Este artículo es una publicación original realizada en el Blog Infraestructura Verde del Sumplemento Ojo al Clima del Semanario Universidad, del 22 agosto del 2018»

Avenida Central.jpg

Los efectos del cambio climático están estrechamente entrelazados con la salud: La Organización Mundial de la Salud estima que nueve de cada diez personas de todo el mundo respiran aire contaminado en interiores y exteriores principalmente proveniente de las emisiones del transporte basado en combustibles fósiles; y que mueren cada año unos 7 millones de personas por esta causa.

A lo anterior, hay que agregarle el impacto de los desastres naturales relacionados con el clima; efectos negativos en los rendimientos de los cultivos y la seguridad alimentaria; y patrones cambiantes de enfermedades transmitidas por vectores; a la configuración de los determinantes sociales y ambientales de la salud.

Grafico Contaminación aire

En un país como Costa Rica con una infraestructura de movilidad colapsada y con un crecimiento de población urbana que se espera alcance el 87% en 2030; que prácticamente se duplique para el 2040 el porcentaje de población entre los 65 y 100 años y que hoy alcanza a 8 de cada 10 costarricenses es de esperarse que aparezcan una gran cantidad de implicaciones para la salud de los habitantes urbanos, si el país no empieza a mirar con detenimiento de que en realidad la necesidad de una legislación sobre cambio climático debería ser traducida en una política de salud pública de cambio climático.

Grafico 65 años

El informe sobre calidad del aire del Área Metropolitana del año 2017 brinda datos sobre al material particulado con diámetro menor a 10 μm (micrómetros, es decir la milésima parte de un milímetro). Esa información permite observar las concentraciones de partículas sólidas o líquidas de polvo, cenizas, hollín, partículas metálicas, entre otras, llamadas PM10. La investigación muestra que en las áreas industriales y comerciales de alto flujo vehicular se presentan concentraciones significativamente superiores de PM10 (49 – 31 μg/m3) a las registradas en zonas residenciales y comerciales de bajo flujo vehicular (23-26 μg/m3).

Además, las mediciones de dióxido de nitrógeno en los cantones de San José y Belén, mostraron que en al menos 13 sitios en San José y 5 en Belén presentaron valores mayores que 40 μg/m3. Se trata de concentraciones mayores al valor anual recomendado por la Organización Mundial de la Salud para este gas, con excedentes de hasta un 55% del límite.

“Al menos 13 sitios en San José y 5 en Belén presentaron valores mayores que las recomendadas por la Organización Mundial de la Salud para este gas, con excedentes de hasta un 55% del límite”

En 2016 un estudio sobre la variable económica en la reducción de la contaminación del aire en la salud en la Gran Área Metropolitana, concluyó que casi la totalidad de los distritos del área urbana de San José cumple con los estándares de calidad del aire establecidos por el Ministerio de Salud de Costa Rica y por la Unión Europea (50 μg/m3 y 40 μg/m3 de PM10 anual, respectivamente), pero no con los de la OMS (20 μg/m3 de PM10 anual).

No obstante, si se pusiera en marcha un plan de mejora de calidad del aire en la GAM para que cumpla con la normativa de la OMS evitaría un total de 229 muertes anuales, el 3,5% del total para los mayores de 30 años. Además, esto representaría en promedio una mejora en el bienestar equivalente de US$ 185,5 millones, anualmente. Adicionalmente, el estudio menciona que se podría evitar hasta 563 casos de bronquitis crónica en adultos al año, con un beneficio económico promedio anual de US$ 17,3 millones, 4.508 crisis asmáticas en adultos por año y 2.571 en niños, con un beneficio económico promedio anual conjunto de US$ 55 millones.

“Si se pusiera en marcha un plan de mejora de calidad del aire en la GAM para que cumpla con la normativa de la OMS evitaría un total de 229 muertes anuales”

Los datos con que cuenta hasta ahora el país sobre contaminación atmosférica en la GAM deberían utilizarse para informar las políticas a fin de respaldar soluciones intersectoriales para el transporte, el uso de la tierra, la vivienda urbana y la infraestructura energética con una participación predominante de los Municipios Urbanos. En este contexto, la salud debería ser la principal prioridad para los planificadores urbanos, tomando en cuenta que más del 70% de la población del país vive en ciudades con el agravante de que si no tomamos en cuenta el calentamiento de estas provocada por el calentamiento global estaríamos frente a impactos económicos producidos por la urbanización a través de la denominada isla de calor que serían 2.6 veces mayores a aquellos que se obtendrían midiendo únicamente el cambio climático global.

LEA TAMBIÉNUrbanización transformaría San José en una isla de calor, ¿qué podemos hacer?

El segundo aspecto está relacionado con el calentamiento de las ciudades y la probable aparición de olas de calor en las ciudades Centroamericanas en un futuro cercano, según el último informe sobre cambio climático del IPCC.

Las olas de calor representan en la actualidad una preocupación considerable para la vida humana ya que cuando estas se producen se puede llegar a condiciones donde se excede la capacidad del cuerpo para expulsar el calor, pudiendo amenazarse la vida mediante el proceso de la hipertermia. Numerosos casos como la ola de calor europea de 2003 -cuando 70,000 personas murieron en una ola de calor de dos semanas- o la ola de calor de Moscú de 2010 -cuando 10,000 personas murieron en una ola de calor de dos meses-, son algunos ejemplos asombrosos del riesgo a la vida que representan las olas de calor.

Un artículo publicado a mediados del 2017 evaluó las condiciones climáticas en 164 ciudades alrededor del mundo. La investigación estimó el umbral común de temperatura y humedad más allá del cual las condiciones se tornan mortales. A partir de eso, los investigadores observaron el número de días en un año en que las condiciones de temperatura y de humedad superaban ese umbral, según los escenarios de cambio climático.

Aplicando los escenarios anteriores a Costa Rica se obtiene que al año 2050 podrían alcanzarse 136 días de calor mortal en la GAM  bajo un escenario RCP45  (es decir, un escenario en el que el mundo logre alcanzar una reducción de gases de efecto invernadero antes de 2050) mientras que en regiones como Guanacaste podrían alcanzarse 238 días y en la zona Sur 213 días.

“Costa Rica podría alcanzar 136 días de calor mortal en el 2050 en un escenario levemente positivo en el que el mundo logre alcanzar una reducción de gases de efecto invernadero antes de 2050”

En una situación más crítica bajo un escenario RCP85 (en el que los seres humanos continuaremos con altas emisiones de gases de efecto invernadero) los valores podría llegar a 172 días de calor mortal en la GAM, 256 días en la región de Guanacaste y 263 días en la región Sur del país, prácticamente más de la mitad de días del año.

La discusión de una legislación de cambio climático en el país debe pasar primero por una reflexión sobre la relación de este y la salud pública para poder maximizar los beneficios para la salud principalmente de la población urbana. La cooperación y el intercambio de objetivos, metas y medidas en diversos sectores respaldarán una acción eficaz sobre el cambio climático, especialmente la contaminación ambiental.

La discusión sobre legislación del Cambio Climático juega un papel importante en el país y podría actuar como un faro para informar los resultados nacionales dentro del marco del Acuerdo de París. A su vez los profesionales de la salud tienen la responsabilidad de influir y contribuir a las políticas de cambio climático a nivel local y nacional que demuestren su compromiso con la salud pública, ya que esto definirá la forma en que la sociedad Costarricense tomará forma en nuestro mundo el futuro.

Enlace blog original: https://ojoalclima.com/entrada_blog/el-cambio-climatico-como-politica-de-salud-publica/

Urbanización transformaría San José en una isla de calor, ¿qué podemos hacer?

Artículo de opinión publicado en Ojo al Clima el 25 de octubre  del 2017 en el Blog Infraestructura verde

Ciudad1

En los últimos años Costa Rica ha sufrido un proceso de urbanización en el cuál el porcentaje de población urbana pasó de representar un 59,0% en el año 2000, a un 72,8% en el 2011. En otras palabras, actualmente  residen en zonas urbanas 7 de cada 10 habitantes del país. Si a esto le añadimos que, en promedio, la temperatura en la ciudad de San José se ha incrementado en 1.60 °C desde 1960 estamos frente a  ciudades candidatas a sufrir el efecto de islas de calor por el calentamiento.

El denominado «efecto de la isla de calor urbano» consiste en aumentos locales de temperatura que se presentan en las ciudades. Estos aumentos  consisten en la dificultad de que el calor se disipe en horas nocturnas producto de la acumulación del calor por la inmensa mole de cemento y del asfalto.

El efecto provoca que los edificios y las carreteras desprendan por la noche el calor acumulado durante el día generando, entre otras cosas, una elevación de las temperaturas nocturnas y un cambio en los vientos locales que, además,  puede terminar en una mayor demanda de energía por ser cada vez la ciudad más calurosa.

A lo anterior debemos agregarle las advertencias del último informe del IPCC que dice, sobre una base de confianza alta, que en la región centroamericana el fenómeno Niño-Oscilación del Sur (ENOS) seguirá siendo el modo dominante de la variabilidad climática natural en el siglo XXI y que es probable que aparezcan episodios de ondas de calor sin antecedentes históricos hasta ahora en la región, además  de una señal con alta certidumbre en reducción fuerte en la disponibilidad de agua, frecuencia de sequías y episodios de precipitaciones extremas, lo que comprometería más el bienestar humano en las ciudades.

Debido a la alteración de las superficies donde se ha reemplazado a la vegetación natural, las áreas urbanas enfrentan mayores tasas y volumen de escorrentía superficial, e impactos de islas de calor urbano.

Fuera de Costa Rica

En el Reino Unido se  ha demostrado que la adición de cobertura verde en los ambientes urbanos  tiene el potencial de reducir la escorrentía durante los eventos de lluvia extremos. Por ejemplo, mientras la temperatura superficial máxima de los bosques urbanos fue de 18.4°C, los centros urbanos con la menor cobertura arbórea llegaron a reportar temperaturas superficiales máximas de  31.2°C.

En Nueva Jersey, Estados Unidos, se mostró que los árboles urbanos reducen los impactos en la salud provenientes de las islas de calor (resultantes del estrés térmico y la contaminación del aire) y también reducen el consumo de energía por el menor uso del aire acondicionado. Los árboles grandes y maduros tienden a ser particularmente eficaces, ya que poseen mayor cobertura de copa y área de sombra. Eso  ha reducido las temperaturas en rangos de 2,7-3,3 °C con relación a las que no tienen árboles. En el verano en la ciudad de New York la diferencia entre la zona rural y el centro de la ciudad puede ser de 2 a 3 °C. En la Ciudad de Tokio y en Moscú se ha registrado diferenciales de hasta 12 °C.

En Tahoua y Zinder, Níger, los bosques y los árboles han demostrado minimizar el clima adverso en áreas urbanas a través de la regulación del microclima y las aguas pluviales. En otro estudio, se observaron temperaturas más altas en las áreas comerciales e industriales de Enugu, Nigeria, que en las áreas con bosques. En Latinoamérica en la ciudad de Sao Paulo, la diferencia de las temperaturas ambientales en la ciudad pueden variar  hasta en  10 °C, en la ciudad de Caracas se han documentado anomalías de temperatura ambiental también en el rango de los 10 °C y en Mexicali, México la diferencia máxima entre la ciudad y  sus alrededores ocurre en invierno con un valor de 5.7 °C.

Ciudad2

Qué podemos hacer

“Requerimos tener visiones muy amplias, más allá de lo que llamamos corredores biológicos interurbanos para pasar a pensar en términos de sistemas de paisaje rural-urbano más amplios”

Los pocos estudios sobre el papel de los bosques y los árboles en la adaptación urbana a la variabilidad y el cambio climático se han realizado principalmente en los países desarrollados mientras que en los países en desarrollo se hace necesario tomar en  consideración la adaptación al cambio climático en la planificación del uso de la tierra urbana y la evaluación de los beneficios de los ecosistemas. Esto debería además tomar en cuenta los desafíos particulares de adaptación relacionados con la falta de infraestructura “gris” (por ejemplo, los drenajes), la destrucción en gran escala de la infraestructura “verde” (por ejemplo, los bosques y humedales) y las cuestiones de capacidad vinculadas con la pobreza y la alta concentración de personas en zonas de alto riesgo como los barrios marginales.

La introducción de medidas de adaptación al cambio climático dentro de las ciudades plantea preocupaciones adicionales ya que los espacios verdes urbanos pueden desviar los recursos naturales de otros usos: por ejemplo, el agua puede ser necesaria para mantener los árboles en detrimento de otros usuarios durante el racionamiento del agua en tiempos de sequía. Otras preocupaciones importantes están relacionadas con los costos de oportunidad, de la expansión urbana. En general, los costos asociados con los bosques urbanos han sido descuidados tanto en la ciencia como en la planificación urbana. Muchas de las plantaciones de árboles proyectadas en escenarios óptimos de planificación del uso urbano son propiedad privada, incurriendo en costos para los propietarios, los barrios afluentes del centro urbano tienen poco espacio disponible y fondos limitados para la plantación de árboles.

Requerimos en nuestras zonas urbanas tener visiones muy amplias, más allá de lo que hoy llamamos corredores biológicos interurbanos para pasar a pensar en términos de sistemas de paisaje rural-urbano más amplios creando lo que llamamos redes naturales que podrían mejorar los beneficios generales de la adaptación al cambio climático en las ciudades donde se trabaje en sistemas verdes a tres niveles: regional (a través de zonas forestales naturales y seminaturales, y cinturones de amortiguación), ciudad (por medio de corredores ribereños, parques y corredores verdes) y vecindarios (a partir de extensiones verdes, vías verdes y verticales).

Aún con los desafíos que se plantean los bosques y árboles urbanos deben de introducirse con mayor intensidad en las áreas urbanas ya que pueden proporcionar sombreado, enfriamiento por evaporación,  servicios de interceptación, almacenamiento e infiltración de aguas pluviales en las ciudades, de esta manera pueden desempeñar un papel importante en la adaptación urbana a la variabilidad climática y al cambio climático y hacer nuestras vidas más agradables en las ciudades.

La próxima década seria crucial para alcanzar los objetivos del Acuerdo de Paris

CO2

En un artículo recientemente publicado en Nature Communications se advierte sobre los esfuerzos que se deben hacer en la próxima década para aproximarse a lo establecido en el histórico Acuerdo de París de limitar el aumento futuro de la temperatura media mundial por debajo de los 2 °C y proseguir los esfuerzos para limitar aún más el aumento medio a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Sin embargo, el tiempo y los detalles de estos esfuerzos se dejaron a cada país, lo que puede ralentizar el proceso de la toma de medidas concretas.

El dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera pueden reducirse básicamente de dos maneras: reduciendo nuestras emisiones o eliminándolas de la atmósfera, por ejemplo, a través de la captura por parte de las plantas, el océano y el suelo.

El estudio en mención demuestra que el sistema combinado de energía y uso de la tierra debería entregar cero emisiones antropogénicas netas antes del 2040 para asegurar el alcance de la meta de 1.5 °C para el año 2100. Esto implica que el consumo de combustibles fósiles probablemente tendría que reducirse a menos del 25% del suministro mundial de energía para 2100, en comparación con el 95% actual. Al mismo tiempo, el cambio en el uso de la tierra, tales como la deforestación, debe ser disminuido. Esto conduciría a una disminución del 42% de las emisiones acumuladas para finales del siglo, en comparación con un escenario normal.

Los resultados del estudio dan una amplia explicación del dióxido de carbono en nuestra atmósfera, de dónde viene y hacia dónde se dirige, tomando en cuenta no sólo las emisiones de combustibles fósiles, sino también la agricultura, el uso de la tierra, la producción de alimentos, la bioenergía y la absorción de carbono por parte de los ecosistemas naturales. Compara cuatro escenarios diferentes para el desarrollo energético futuro, con una gama de mezclas de energías renovables y fósiles. En un escenario de «alta renovación» en el que el viento, la energía solar y la bioenergía aumentan alrededor del 5% al ​​año, las emisiones netas podrían alcanzar su nivel máximo en 2022, según el estudio. Sin embargo, sin tecnologías de emisiones negativas sustanciales, esa vía aún conduciría a un aumento medio de la temperatura a nivel mundial de 2,5 ° C, perdiendo el objetivo del Acuerdo de París.

El escenario de alta energía renovable es ambicioso, pero no imposible -la producción global de energía renovable creció 2.6% entre 2013 y 2014, según la Agencia Internacional de Energía. En contraste, el estudio concluye que la dependencia continua de los combustibles fósiles (con tasas de crecimiento de las renovables entre el 2% y el 3% al año), causaría que las emisiones de carbono sólo alcanzaran su máximo al final del siglo, causando una temperatura global estimada de aumento de 3,5 ° C hacia el 2100. Esto quiere decir que no sólo la mezcla de energía importa, sino también la cantidad total de energía consumida.

Para enfrentar tales desafíos el reciente informe publicado por la Carbon Princing Leadership Colation 2016-2017 señala la necesidad de promover cambios paralelos en la economía global para alcanzar emisiones netas y mantener el aumento de la temperatura promedio global debajo de los 2°C entre los que se encuentran;

  • La descarbonización de la producción de electricidad; necesaria para estabilizar el cambio climático, mediante el uso de energía renovable u otras formas de energía cero-carbono
  • La promoción de la electrificación mediante el aumento del uso de energía generada libre de carbono o, al menos en una fase de transición, es necesaria para los combustibles más limpios o sin carbono, en los sectores de la vivienda, la industria y el transporte;
  • La mejora de la eficiencia, mediante la mejora de la eficiencia energética y la reducción de los residuos en todos los sectores (entre otros, la manufactura, los servicios, la agricultura, el consumo de alimentos, el consumo de energía residencial y la reducción de la congestión urbana) contribuye a reducir las emisiones y facilita la transición a emisiones netas-nulas;
  • Optimizar los paisajes, preservando y mejorando los sumideros naturales de carbono, mediante la creación de paisajes «respetuosos con el clima», el manejo de los bosques y otros tipos de vegetación y suelos y los cambios en las prácticas agrícolas.

Temp1